Detrás de la madera. Tras el canasto dorado y esas flores presumidas que vacilan de ir tan cerca del Señor. Detrás de los suntuosos respiraderos, tras los angelitos querubines. Tras los faldones de terciopelo bordados ricamente.
Detrás de la madrugá, bajo el caballo, bajo el penacho de plumas. Pero sobre todo bajo Él.
Detrás de todo esto y debajo de Él, delante de Su novena trabajadera van ellos:
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