sábado, 20 de febrero de 2010

Libertad

Dícese de la sensación de sentirse antisistema y poder despotricar contra toda creencia, religiosa o política, contraria a la de uno mismo.

Ésta debería ser la nueva acepción del vocablo que confunden tantos y tantos antisistema que se arremolinan en torno a casas Okupas y plazas alamedadas donde se creen amos y señores de una ciudad que les cobija y les respalda en todos sus actos.

Parece que hoy en día no esta de moda ser cristiano, ser costalero, ser de una creencia religiosa distinta a la que profesan estos amantes del calimotxo y las rastas, sino todo lo contrario. Queremos ser más progresistas que nadie, queremos ser más papistas que el Papa y queremos tener una sociedad plural y libre, pero lo cierto es que lo que tenemos es una sociedad dividida, que no respeta al otro bando y que a la más minima aprovecha para saltar sin venir a cuento.

Y ¿A qué viene ésto?, lo voy a explicar: Resulta que en la noche de ayer la cuadrilla del Santísimo Cristo de las Almas, a la que pertenezco, nos reunimos para realizar el segundo de los ensayos preparativos para la Estación de Penitencia D.M. del próximo martes santo, y nos encaminamos por donde solemos, recorriendo la calle Guadiana y Santa Rufina hasta llegar a la Alameda para quitarnos del tráfico y disfrutar así de la magnífica obra urbanística para los peatones que allí se ha realizado. Y cual fue nuestra sorpresa cuando al pasar por determinado establecimiento, del que no se el nombre porque iba bajo el paso, tuvimos que escuchar gritos del tipo "La Virgen del Rocío es un tío", "La Trianera es una guarra" o "El Gran Poder es yonosequé" porque de esto no terminé de enterarme. Todo unido a subidas de música de los coches que por allí todavía pasan y a gracietas de más de un bicicletero que por allí circundaba.

El caso es, que quienes piden respeto y tolerancia, lo piden solo para ellos, para disfrutar de una ciudad que les va dando cada vez más para dar la espalda a sus tradiciones.

Es una pena, y además de libres son cobardes, pues cuando el paso quedó arriado frente a ellos, no tuvieron los redaños necesarios de seguir vociferando, sino que se metieron su lengua rasposa y cerda por su asqueroso trasero.

Dicho lo cual, pido perdón si me he excedido en determinados términos, pero basta ya de tener que aguantar a esta gentuza anidando en cada esquina y sintiéndose cada vez más dueños de un lugar que es de todos y para todos.

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