lunes, 6 de abril de 2009

HOY ES LUNES SANTO

Es lunes santo. La mañana de después. El amanecer del lunes santo es como el despertar después de una noche de eterno ensoñamiento.


Pero como ésto que vivimos es una semana al año (y aún a sabiendas de ser fatiga), no hay tiempo para más descanso del preciso por lo que hay que empezar, como ayer, temprano. y para ello nada mejor que plantarse a eso de las doce y media de la mañana en el barrio del Tiro de Línea. Mientras se pone la cofradía en la calle podremos disfrutar de sus casas con encanto, de sus nazarenos de capa negra encaminándose a la iglesia de Santa Genoveva en familia, epicentro en lunes santo.
Sobre la una menos cuarto de la tarde la puerta lateral de la iglesia se abrirá dando paso a la cruz de guía de la hermandad que inicia así a los sones de la banda que le precede, el camino hacia el centro.
Los tramos de nazarenos con el escudo mercedario en su pechera darán paso al cuerpo de acólitos que precede al paso del Señor, pequeño pero exquisito. A las puertas de la iglesia, antes de atravesar el dintel queda arriado, como tomando aire antes de comenzar su largo camino. Como se intuye su presencia la calle guarda silencio, esperando la llamada de carlos Villanueva para tenerlo ante ellos. Poco a poco iremos teniendo ante nosotros el pequeño paso dorado neobarroco brillando bajo el sol cuyas mecidas hacen moverse acompasadamente a la túnica morada que viste al Rabí de Galilea a los sones de la banda del Cautivo de Sanlúcar la Mayor. Antes de que nos demos cuenta el Cristo atravesará la avenida de los Teatinos y revirará en Almirante Topete escoltado físicamente por sus ángeles ceriferarios y sentimentalmente por un barrio negro y blanco que se viste de lunes santo para su hermandad.









Las crines de caballo de la banda dejarán su lugar al tramo de cruces y éstas a los nazarenos que acompañan a la bellísima Virgen de las Mercedes.
Que esta corporación ostenta un amplio número de nazarenos queda más patente mientras sale el palio y el sol nos va calentando las espaldas.
Poco después de la una de la tarde el palio de terciopelo burdeos bordado en oro salva el dintel de la puerta para goce de las gentes del barrio que se emocionan al tener a su Virge de las Mercedes en la calle. El Carmen de Salteras pone música a esta primera revirá del palio, a esos primeros compases de fleco de bellota con la plata del varal y a esas primeras mecidas de la cofradía del Tiro de Línea en la calle.
Al pasar la Virgen se disuelve la bulla y es entonces momento de, sin pausa pero sin primsa, encaminarnos a Triana, concretamente al barrio León, para disfrutar de otra salida, de otro ambiente de barrio, de otra Cofradía, y de otra manera de iniciar doce horas de estación de Penitencia.
Túnicas blancas de cola y cinturón de esparto recorren en estas primeras horas de la tarde la Plaza de San Gonzalo y la calle Clavel buscando la avenida de Coria para iniciar su camino hacia el centro. La marea blanca llega hasta los primeros metros de San Jacinto cuando los ciriales nos anuncian la complicada salida del misterio de Jesús ante Caifás.




A media altura irán saliendo las maniguetas como antecesoras del canasto y los guardabrisas que portan la impresionante talla del Señor del Soberano Poder, en un eterno trago para la cuadrilla que dará con el paso en el centro de la plaza a la que saludará con un izquierdo al son del himno que interpreta la banda de las Cigarreras. Hay que tener en cuenta la perfecta conunción que existe entre cuadrilla y banda, como pocas en toda la semana santa de Sevilla.
La parada en medio de la multitud es obligada para colocar al Señor sus potencias, al Caifás su tocado de sumo sacerdote y al centurión el penacho de plumas. Se puede disfrutar de la mezcla de olor a incienso y azahar envuelto en un murmullo intenso mientras los priostes ajustan los arreglos sobre el paso.
Entre aplausos levanta el misterio y se adentra en una estrecha calle de naranjos y casas bajas que acogen al Señor del Soberano Poder y lo llevan en volandas hasta el asilo. Largas filas de nazarenos se prolongan mientras se alejan las cornetas y tambores bajo el intenso sol de las cuatro de la tarde.
La salida de la Virgen no es menos complicada, hemos de tener en cuenta que a la puerta de la iglesia, de reducidas dimensiones, se suma un dintel unos metros antes. Una humillada media altura salva el dintel enmarcado en medio de la blanca fachada de la parroquia donde destacan las bambalinas emergiendo de la sombra al sol. La cera aún no ha sido encendida y la blancura de la Paz es heredada por la Salud en este lunes santo, pues este color preside el exorno floral del paso que avanza con movimientos suaves por la plaza de San Gonzalo.
Tras la intensa mañana conviene una parada de rigor para reponer fuerzas y afrontar con ganas la tarde noche.
Para retomar la ruta nos encaminamos al centro, adelantando por la calle San Jacinto a la hermandad de San Gonzalo, y cruzando el río por el Puente de Isabel II para ser testigos del discurrir de otro barrio por el centro, de una nueva cofradía que desde el Polígono de San Pablo realiza su estación de penitencia a la Catedral. Sobre las seis de la tarde podremos ver su discurrir entre la calle Chapineros y Álvarez Quintero. No tarda mucho en llegar el misterio de canasto en fase de ejecución pero peana honorable para el Cristo de los ojos verdes, el Señor Cautivo y Rescatado que preside la delantera del paso con la cruz trinitaria en su pecho.


Meditan tras Él Herodes y Caifás, un centurión Macareno cierra la trasera, centurión macareno mecido a los sones de la Banda de las Tres Caídas de Triana pues sus gorras blancas y trajes marineros se extienden tras el paso. Disfrutamos de las dos revirás, justas medidas, en las que a penas cabe la gente que se congrega para ver el discurrir por la cofradía por la estrechez del centro. Después vamos en busca del palio de la Virgen del Rosario.
Sus bambalinas de terciopelo azul marino se mueven gráciles entre las fachadas del restaurante Baco y el resto de casas de la calle Francos. El barrio vuelve a su iglesia y su Virgen es llevada en volandas por sus costaleros.
Por detrás de los palcos de la plaza de San Francisco llegaremos a Hermando Colón, cruzando la Avenida por la calle Alemanes, que estará transitada por la hermandad de Santa Genoveva, llegaremos a García de Vinuesa. Al final de la calle, dejando atrás el horno de San Buenaventura al amparo de los muros catedralicios, así como alguna que otra bodega de antaño y la freiduría de la Isla, nos encontraremos con las címas moradas de los capirotes de la hermandad de las Aguas elevandose por encima de las cabezas que pueblan la Puerta del Arenal.
Los sones de Sol nos advierten de que el portentoso paso de misterio está al llegar, al cual veremos aparecer centímetro a centímetro desde la calle Arfe, aunque no esté acabado, el dorado de la delantera del canasto nos hace imaginarnos cómo será en un futuro próximo. Las dos revirás seguidas con las que el Crucificado de Illanes se planta en Castelar son un momento bellísimo del lunes santo. Cuando se marcha el misterio andando de frente las plumas de la banda del Sol son como la estela que va dejando entre la marea humana.




Si conseguimos abrirnos paso podremos caminar por Arfe, no sin dificultad, para buscar el paso de palio de la Virgen de Guadalupe. La belleza hecha madre de Dios. La Virgen niña que un adolescente Álvarez Duarte tallara para Sevilla. Sus grandes ojos desprenden lágrimas acuosas que le invaden el rostro y le sonrojan las cuencas bajo su palio azul presidido por la Giralda en su delantera y el Monumento a la Inmaculada en su trasera.

Seguramente alguna marcha alegre estará poniendo música al discurrir de la Virgen por la calle Dos de Mayo, por donde avanza meciendo sus bambalinas en busca de la Catedral.

Ahora retomaremos, a la inversa, el recorrido que hicimos para llegar al Arenal y así regresar a la Plaza del Salvador, en la que no vendría mal refrescarnos con una cerveza la garganta y reforzarnos con una tapa o un frugal montadito el estómago mientras la hermandad de la Redención se va adentrando en la cuesta del Rosario


El misterio llegará luciendose, ganando metros a su manera, al son de costeros y pasos medidos. El olivo se valancea enmarcando el rostro redentor de Jesús y los labios acusadores de Judas. La conjunción de colores a esa hora es irrepetible, el sol se va pero no se va, el cielo se va tiñendo de oscuro pero sobre los pies y poco a poco, las farolas ya irradian su inconfundible haz amarillento de luz y los guardabrisas ya son amos y señores de la iluminación del canasto. El andar es ciertamente exquisito, la revirá, de costero o sobre los pies, es muy probable que nos deje boquiabiertos pero lo mejor está por venir, pues veremos cómo asciende la Cuesta sonando una marcha tras otra e interpretadas por la cuadrilla de manera inmejorable. La cofradía se encamina a la Alfalfa y, por ende, al irremisible fin de su estación de penitencia.

Si nos quedamos apostados en la plaza seguramente se nos haga eterna la espera, por lo que es preferible ir en busca del palio del Rocío. Característico por el original corte de sus bambalinas, la dolorosa de la calle Santiago tiene rasgos que recuerdan a la Virgen Macarena.

Nos encontraremos con el verde palio al final de Francos, en la revirá con Chapineros, donde volveremos a disfrutar de llamadas milimétricas y mecidas medidas que romperán en aplausos cuando arranque de frente al concluir la vuelta.

La zona de Francos, Argote de Molina y las inmediaciones de la Catedral son de aglomeraciones diarias y continuas pero podemos aprovechar el hueco entre el Rocío y Santa Marta para buscar a ésta última. No tardaremos en dar con su sobria cruz de guía en madera negra con ráfagas de plata, pues la cofradía, con un solo paso y en silencio, vuela en su regreso. Siguiendo a contracorriente las parejas de nazarenos negros y cíngulo plateado daremos con el misterio. Un impresionante paso neobarroco dorado iluminado por seis faroles de plata. La escena del traslado al sepulcro se desarrolla sobre una alfombra uniforme de lirios morados en la que sólo destaca una rosa roja que parece buscar la mano inerte de Cristo que casi la roza huyendo de sudario.





Disfrutemos de la escena mientras está arriado y no busquemos costaleros, ya que no los veremos. Su cuadrilla, de profesionales, va de mármol a mármol paseando al Cristo de la Caridad y la Vírgen de las Penas. Los tres golpes de martillo hacen avanzar largo y reposado el paso dejando atrás las caras embelesadas de quien mira hacia arriba buscando imbuirse de lleno en la fiesta. Si tenemos suerte podremos acompañarlo por la Cuesta del Bacalao y seremos testigos de su particular forma de arriar cuando llegue arriba de la misma: Al sonar el martillo no para en seco el paso, sino que tres zancadas nos regalan unos instantes más de arte en movimiento antes de dar con los zancos en el suelo.

La noche se ha hecho patente y la hermandad se irá adentrando en lugares con encanto como la plaza del Salvador o la calle Cuna camino ya a su iglesia. Entonces buscaremos otra hermandad de negro, por el mismo recorrido, buscaremos a la Vera-Cruz.

La esperaremos en la "amplitud" de la calle Francos. La cofradía de negro, de ruán y esparto, no tarda en extenderse en la estrecha calle y pasa, sin hacer mucho ruído. Del crucificado cabe destacar su hechura, de tamaño más pequeño al natural, prendido de un madero arbóreo de gruesos travesaños y con una postura de dolor implícito en cada extremidad. Iluminado por cuatro grandes achones de cera verde, el canasto de madera oscura pasará ante nosotros con su paso frecuente racheado.


La Virgen de las Tristezas llegará poco después, no necesita una copiosa candelería ni una orfebrería espectacular, pues solo su rostro de dolor suave, moreno y triste llena el paso de palio de esta austera hermandad de la collación de San Vicente. La opulencia y exageración de otras hermandades brilla por su ausencia en ésta que en escasos minutos se pierde en la oscuridad del lunes santo buscando la plaza del Salvador.
Como detrás viene la hermandad de las Penas de San Vicente nos quedamos en el mismo sitio. No trae tampoco un número excesivo de nazarenos por lo que no nos resultará muy pesado esperar su tránsito. La música de capilla precede al primero de los pasos de la hermandad de San Vicente, otro canasto dorado iluminado por faroles de plata. El risto Caído viene mirando hacia la acera opuesta, por lo que intentaremos colocarnos en el lugar adecuado desde el que disfrutar del rostro que Pedro Roldán tallase para este cristo caído. La cruz de carey echa todo su peso sobre la espalda del Señor que se nos perderá con un paso corto gateado siguiendo el hilo de cirios encendidos al cuadril.


No mucho después los sones del Maestro Tejera nos anunciarán la cercania del paso de la Virgen de los Dolores. La luz intensa de su candelería se proyectará sobre la fachada de Robles e iluminará a la Vírgen que mira hacia el cielo. es característica la crestería de orfebrería plateada desde la que se descuelgan las caídas de terciopelo negro que juegan con los varales con mecidas casi imperceptibles a las órdenes de Antonio Santiago. Cuando el manto se pierda entre los edificios iluminado por los cuatro faroles de cola, será momento deretomar la cuesta del bacalao y la calle Hermando Colón para llegar al andén del Ayuntamiento, no deberá andar muy lejos la hermandad del Museo.
Es como dos cofradías en una. El Señor de ruán negro y esparto, en silencio llegará bajo el reloj de la plaza nueva, y pasará sin más aspavientos ni lucimientos que su andar largo, que da a los candelabros de guardabrisa la mecida constante. la talla del señor es digna de mención, casi serpenteante en el madero mirando al cielo, buscando aire, expirante, en el momento previo a su muerte. El paso es una obra de arte, neobarroco, dorado, diseñado por el que fuera su hermano mayor en aquel momento.
El tramo de Virgen da una vuelta de tuerca. El ruán negro pasa a túnicas de capa blanca entre cuyas filas resuenan los sones de marchas clásicas como "Virgen de las Aguas". El palio de malla brilla iluminado por los cirios de su candelería y el sonido del fleco al chocar con los varales marca casi el mpas de la marcha en la fachada del Ayuntamiento. Los tres arcos de medio punto encendidos y la escalinata son un marco bellísimo para la Virgen del original tocado, el tocado de Aguas, coronado por la diadema.



El lunes santo se nos está marchando. La hermandad del Museo busca las últimas calles antes de regresar a su capilla, y nosotros buscaremos la última hermandad antes de regresar a casa. Por lo que disfrutaremos de la hermosa noche primaveral de Sevilla, paseando sin prisa por la calle Muñoz Olive, siguiendo el rastro de la cera, aún fresca de la tarde, para salir al amparo de la espadaña de la iglesia de la Magdalena. Si nos paramos, podremos escuchar los sonidos que nos trae la brisa de noche, ecos de cornetas y tambores, de platillos y tubas, de racheo y voces de mando. Los naranjos nos inundarán el sentido del olfato de su olor a azahar y nos guiarán a uno de los barrios que más huelen a esta blanca flor en esta época del año: El barrio León.












Da lo mismo la parte donde lo encontremos. la cofradia será barrio y el barrio cofradía. las túnicas blancas se habrán impregnado de las sobmras de l anoche y el alumbrado municipal habrá cedido los honores a los puntos de luz del canasto de Guzmán Bejarano. no se notan las horas que lleva el paso en la calle, los izquierdos y las levantás tienen la misma fuerza que a las cuatro de la tarde, y el palio viene poderoso, portentoso, como fuente de Salud que es para su barrio y sus hermanos.
Aquí pondremos punto y final al segundo día de la fiesta sacra quedando en nuestras retinas éstos últimos momentos de San Gonzalo por Triana.



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